El 24 de febrero de 1525, los campos de Pavía fueron testigos de una de las victorias más decisivas de la historia militar europea. Aquel día, los Tercios españoles, con el poder del arcabuz en sus manos, rompieron el avance de la caballería francesa y sellaron el destino del rey Francisco I, quien terminó prisionero. Fue una demostración magistral de la evolución del arte de la guerra: la infantería, armada con pólvora y disciplina, imponiéndose sobre la nobleza montada.
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Os dejamos con un extracto del libro «Tercios. El frente hispánico«, capítulo 5. Pavía, escrito por Enrique Martínez Ruiz, Catedrático Historia Moderna Universidad Complutense de Madrid:
… Los franceses la ocupan (Milán) el 26 de ese mes (octubre), dejan una guarnición de 6.000 infantes y 5000 caballos y en lugar de perseguir a las tropas imperiales que se retiraban, deciden conquistar Pavía, donde resistía Leiva y a la que ponen cerco el 24 de octubre.
El asedio se prolongaría durante cuatro meses, en cuyo transcurso la guarnición pasaría graves apuros por la falta de provisiones. Leiva tuvo que ordenar a la población que alimentara a los soldados en función de sus posibilidades y para paliar la falta de moneda y poder pagar a las tropas, ordenó reunir toda la plata, incluida la de los templos, y la acuñó.
Los dos contendientes se encontraban en el escenario donde se produciría el acto final. Los efectivos de una y otra parte varían según la procedencia de las fuentes. Las francesas apuntan que en Pavía había 9.000 hombres, pero según las españolas estaban 4.000 alemanes y por parte española 1.000 infantes, 2.000 hombres de armas y 200 jinetes. En cuanto a los franceses, es muy difícil precisar su número, como consecuencia de la llegada de más contingentes y su disminución al enviarse efectivos a otros frentes. Se ha apuntado que a principios de noviembre estarían en el cerco de Pavía 30.000 infantes, 2.200 lanzas, 1.400 caballos ligeros y 64 cañones; efectivos que en febrero se había reducido a 24.000 infantes y 1.500 jinetes.
Pavía era una ciudad fortificada. Por el sur la flanqueaba el río Tesino. Los franceses cerraron el cerco por el este y el oeste apoyando sus defensas en el muro del parque viejo, que estaba al norte, de un perímetro de más de doce kilómetros. Al oeste de la ciudad, entre sus murallas y las defensas galas, a las órdenes del duque de Alençon se posicionaron 4.000 hombres y la parte más numerosa de la artillería; el resto de las piezas y 3.000 hombres se situaron al mando del duque de Montmorency al este, en la zona de las cinco abadías. Cuando llegó el ejército imperial para liberar a los sitiados, el 3 de febrero, tomó posiciones en el noreste, en las inmediaciones de la Casa de Levrieri, que estaba próxima a la Torre del Gallo, esta dentro del muro del parque, que era un espacio muy arbolado, con prados, medio pantanoso y en su interior estaba el castillo Mirabello, donde se creía que Francisco I había establecido su cuartel general. Dada la humedad del ambiente y las brumas existentes, la visibilidad era limitada: apenas llegaba a los cien metros en el momento culminante de la batalla.
A las diez de la noche del 23 de febrero, las tropas imperiales empiezan a salir del campamento de la Casa Levrieri; dos horas después ya había llegado a la puerta Pescarina, la más septentrional del muro del parque y en sus inmediaciones se disponen a abrir una brecha, para avanzar hacia el castillo Mirabello, intentar apoderarse de la artillería francesa y continuar hacia el sur para unirse a las fuerzas de Leiva, quien a una señal acordada, saldría de Pavía hacia el norte para unirse al grueso del ejército imperial, dejando una parte de las tropas para neutralizar a Montmorency y sus hombres establecidos en las cinco abadías.
La apertura de la brecha progresaba muy lentamente, pues sólo se utilizaban picos y palas para no alarmar a los enemigos, aunque no pueden impedir que hacia las cuatro de la madrugada se alertaran al oír el ruido que producían los imperiales. Sobre las cinco, llegan a las cercanías de la puerta Pescarina las primeras tropas francesas, pero para entonces ya habían entrado en el parque 3.000 arcabuceros españoles e italianos con el marqués del Vasto al frente, que avanzaban hacia el castillo y se abrían más huecos en la muralla para que pudiera entrar el resto del ejército. La niebla era tan intensa que solo se veía a algunos metros en el amanecer que ya apuntaba. Una hora después, la artillería imperial, que hostigaba al enemigo de la Torre del Gallo, cesa en sus disparos y al poco tiempo, realiza varios tiros en una rápida secuencia: era la señal para la salida de Leiva, al tiempo que del Vasto se apoderaba de Mirabello…

El choque de picas y la mala guerra en Pavía
Autor: Ruprecht Heller, año 1529. Nationalmuseum, Estocolmo.(1502), ilustrado por Jörg
Kolderer (ca. 1465/1470-1540), Bayerische Staatsbibliothek, Múnich.