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La batalla de Jemmingen

Por Hugo A. Cañete

La batalla de Jemmingen fue la respuesta del duque de Alba al primero de los tres intentos de invasión de los Países Bajos desde Alemania que había prometido el líder rebelde Guillermo de Orange. El ejército de su hermano Luis de Nassau entró por la provincia de Frisia con el objetivo de tomar su capital, Groninga. Tras la derrota del ejército real en la batalla de Heiligerlee, el duque de Alba se vio obligado a subir al norte en una campaña relámpago para derrotar a Luis de Nassau antes de que Guillermo de Orange lanzase su invasión principal en el Mosa.

Condes de Nassau (Luis (izquierda) con sus hermanos Juan (sentado), Adolfo y Enrique)
Autor: Wybrand de Geest, 1630-1635. Rijksmuseum, Amsterdam.

Tras descubrir la presencia del ejército rebelde en Jemmingen, el duque de Alba se dirigió hacia allá al amanecer del día 21 de julio de 1568. Salieron patrullas de exploradores en diferentes direcciones. Sancho Dávila llegó a una aldea en la que trabó escaramuza con reitres rebeldes y en la que el propio capitán español hizo prisionero a uno de los jinetes rebeldes. Dávila envió a duque la petición de que le enviase 500 arcabuceros, ya que había descubierto infantes enemigos en lo alto de los diques abriendo las esclusas con la intención de que la marea alta anegase los prados. Desde las ocho de esa misma mañana, sabedor de que llegaba el duque de Alba, Luis de Nassau había ordenado abrir todas las esclusas para tratar de inundar la pequeña península con agua de mar.

La batalla de Jemmingen Autor: Frans Hogenberg, 1568

El duque comenzó a dar instrucciones para el despliegue de las tropas. Ordenó a Sancho Dávila que volviese al camino del dique con la compañía de arcabuceros a caballo del capitán Montero y 500 arcabuceros españoles. A esta primera fuerza debían darle cobertura los maestres de campo Julián Romero, con 500 arcabuceros y 300 mosqueteros, y don Sancho de Londoño, con 1.000 arcabuceros, toda gente escogida de los tercios de Sicilia, Nápoles, Lombardía y Cerdeña.

Cerrando la vanguardia iban las compañías de caballos de César de Ábalos y del conde Curcio Martinengo. El duque había dispuesto que se ocupasen con arcabuceros todas las casas y aldeas que se fuese dejando atrás esta vanguardia en su avance con el fin de proporcionar refugio a sus integrantes caso de que el enemigo los atacase y se viesen obligados a retirarse.

Atrás, la disposición del cuerpo principal del ejército era la siguiente: En la vanguardia los cuatro tercios españoles, seguidos del escuadrón de alemanes y de las 15 banderas de arcabucería valona de los regimientos de Hierges y Gaspar de Robles. Cerraban la formación tres compañías de caballería ligera con 300 lanzas y el estandarte de herreruelos de Hanz Bernia.

En la vanguardia, el contingente de Sancho Dávila, integrado por la compañía de arcabuceros a caballo del capitán Montero y 30 caballeros llegó a un lugar donde unos puentecillos del camino atravesaban unos canales de riego procedentes del río. Allí volvieron a toparse con más reitres y arcabuceros enemigos que abrían las esclusas con la intención de anegar el terreno. Una carga rápida obligó a los soldados enemigos a retirarse precipitadamente, procediendo los arcabuceros españoles a cerrar las esclusas…

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